domingo, 3 de abril de 2011

Teorema de la telaraña, o cómo la economía sirve para explicar cualquier relación humana.

Same old song and dace, why do I give you another chance?
Drama every night, I don't wanna fight
Same old story again
But if you wanna be my friend, it's really gotta end, same old story

El teorema de la telaraña se usa para explicar cómo luego de un cambio exabrupto en la producción, el mercado vuelve a restablecer el punto de equilibrio. Según sea un aumento de o una disminución, los precios van a bajar o subir del equilibrio, hasta que la situación se restablezca.
Algo que me dijeron una vez y cada vez confirmo más es que la economía sirve para explicar cualquier situación de una relación humana. Siempre tenemos intereses, ofrecemos lo que tenemos y demandamos lo que tiene el otro. Y siempre, siempre, hay un desbarajuste. El equilibro puede durar meses, años, pero un pequeño aumento en la demanda puede hacer que todo el tablero se bambolee.
Mi caso, entonces, es algo así. Siempre hubo alguna que otra demanda desatendida que no alteraba demasiado el juego. En cambio, había ciclos en que disminuía (poquito, más o menos y mucho) lo que me ofrecía, y parecía que planeaba un boicot. La demanda se retraía o aumentaba, según el interés en seguir consumiendo el producto y con el paso de los días iba dibujando la telaraña para volver a un equilibrio.
Esta vez la situación está peor que en los otros ciclos porque ahora además de la disminución de la oferta (de horas, de compromiso) hay un aumento de la demanda (de, digamos, derechos). Las soluciones que darían un Friedman o un Hayek serían (a) esperar a que las fuerzas del mercado generen un orden o (b) dejar de consumir ese producto y moverse a otro oferente, que en el mercado libre del amor gay hay en exceso (tal vez por eso se degradan tanto, no?).
Ahora bien, a diferencia del aceite de oliva, es mucho más difícil desarraigarse de una persona, y a partir de ahora la economía no sirve para un catso en el análisis porque la subjetividad no es una variable. Acá juega mi cabeza como representante del "corazón" y en vez de dar vueltas sobre asuntos quiere decidir dejar las piezas en el suelo y seguir caminando.
Pero... ¿Cómo hacerlo con tantas cosas inconclusas?

1 comentario:

  1. La vida sin oliva no es vida. El mercado está lleno de opciones, pero hay muy pocas que realmente valen la pena. La clave es probar varias y clavarse con un par hasta que das con ESA. La casa sugiere Zuelo, de Zuccardi, y el varietal arbequina de Eliá.

    Cuando llevás mucho tiempo y muchas cosas compartidas con alguien es dificilísimo aceptar que tenés que separarte, pero a la larga las decisiones se toman solas. Lo mejor es lo que viene después. Cheers.

    ResponderEliminar