sábado, 21 de abril de 2012

Silvia G

Me invade una sensación muy parecida a cuando se fue Chachán. Él era un amigo de la familia, ella es alguien que me crucé por mi cuenta, que me llevaron mis padres primero, pero siempre elegí cuando pude y necesité.
A Silvia la veia en la calle, en la escuela, cuando me tenía que sacar sangre o hacer algún análisis. Era una persona hermosa para conmigo (y, sinceramente, aunque no es el caso de alguien hipócrita o malvado, poco me importa cómo es alguien con otros, solo como es conmigo). Siempre dulce y sonriente, atenta, tenaz. Interesada en que aprenda y dispuesta a explicar un millar de veces como se unen los elementos para formar un óxido y compinche en mantener esa conversación alterada de tras la que uno busca disimular el miedo a la aguja.
Me queda esa sonrisa amable y los años cruzándonos aquí y allá. Silvia, para mí siempre vas a estar viva. Vas a ser la gordita que busco encontrar en la esquina de 25 de Mayo y Moreno para saludar con el cariño que te tuve, tengo y siempre tendré.